UN BUEN
TRABAJO es un relato con un título irónico. Lo escribí relativamente rápido
tras recopilar una serie de anécdotas con un amigo. Era perfecto para
presentarlo al I CONCURSO DE HISTORIAS DEL TRABAJO, del Club de escritura
Fuentetaja. El texto podía acompañarse de un vídeo, el proyecto resultaba
estimulante.
El relato ha sido elegido FINALISTA, no está nada mal para ser la primera vez que me presento a un
concurso. Me siento feliz.
Os dejo con el VÍDEO y el TEXTO:
UN BUEN TRABAJO
1
Estaba a punto de cumplir
los dos meses de prueba. Ya palpaba el objetivo de lograr un puesto laboral
digno tras tanto esfuerzo.
Recordaba
la reunión con la empresa y las pautas que le habían indicado el día antes de
comenzar. Durante el periodo de prueba
no debía molestar a la gerencia bajo ningún concepto. Los problemas los
resolvería por su cuenta. Le entregaron el manojo de llaves numerado, el
listado de las mismas, un libro de instrucciones que contenía las labores a ejecutar,
una serie de claves bancarias para
realizar ingresos y unos teléfonos de contacto y de urgencias. Hacer uso de los
subrayados en rojo significaría su despido, mientras los marcados en azul permitían
una única llamada. El uniforme de trabajo era de color gris. Recibió dos juegos
y un chaleco, que era el distintivo de la empresa y que debía colocar en una
caja situada a la entrada de la portería los miércoles y los viernes, al
terminar su jornada. Al día siguiente lo recogería en perfecto estado. La
empresa cuidaba la imagen al máximo.
Las condiciones del trabajo valían el esfuerzo: un sueldo
aceptable para la situación laboral existente; unas tareas llevaderas; un
horario de mañanas envidiable, además de sábados y domingos libres; y la estrella
del contrato, una vivienda reformada para entrar a vivir una vez superada la
prueba. Era el contrato de su vida.
2
Los tres primeros días fueron como la seda. Custodiaba y
atendía a los vecinos de la finca, mantenía el nivel adecuado de limpieza
fregando a diario las escaleras y el patio, repartía la correspondencia. Estaba
contento con su labor y terminaba la jornada laboral sin incidencias.
El
trato con los vecinos era el normal; algunos saludaban o se presentaban, y
otros no le dirigían la palabra. «De todo hay en la viña del señor», pensó, y
más en una comunidad de más de sesenta vecinos.
El
cuarto día, una anciana comenzó a saltarse la norma. La mujer, de más de
ochenta años, aburrida de su soledad, intentaba siempre mantener una breve
conversación y lo invitaba a una reconfortante taza de leche y dos piezas de
bollería casera. Era imposible decir que no y evitar ayudarla en alguna tarea
que le era complicado realizar dada su escasa fortaleza. De paso, la señora le
contaba alguna de sus penas.
Era
lunes, y todo iba a cambiar. De camino al último piso, para comenzar la
limpieza diaria de la escalera, se detuvo en la cuarta planta. La pared estaba
dibujada de forma abstracta con rastros de sangre que tuvo que limpiar. Al día
siguiente, esputos asquerosos estucaban las paredes del tercero. Fue una semana
de intenso trabajo y decidió acudir por las tardes; si debía luchar contra esos
elementos extraños, lo haría.
La
anciana, en sus charlas diarias, le comunicó que más de un indeseable moraba en
el edificio.
A
la semana siguiente, uno de los vecinos, que no le había saludado hasta aquel
momento, cambió su comportamiento. Mientras intentaba adecentar la pared del
quinto piso, afectada por una de aquellas pinturas orgánicas, el inquilino
abrió la puerta.
—Buenos
días, Marcos — le saludó— Me llamó TJ. Hasta ahora no me había presentado, pero
leí el nombre de tu placa el primer día. Lo observo todo.
Marcos, que tenía una estatura media, se giró para
saludar, sin dejar de frotar la pared. El tal TJ era un hombre de casi sesenta
años, con una altura de casi dos metros y
facciones duras. Su potente voz escupía literalmente las palabras.
Marcos pensó que con la saliva que desprendía al hablar podría llenar un cubo
al día.
—Sabes, Marcos, te puedo ayudar. Sé quien ensucia
las paredes y me puedo encargar de ellos. Tengo sus fotos dentro de la
vivienda. Entra y te las muestro.
—Perdone, pero no creo que deba entrar. No necesito
ayuda, aunque gracias de todas formas—contestó Marcos, en un intento de zafarse
de un individuo tan extraño.
—Tú sabrás—le respondió, apartando el faldón de su
camisa para mostrarle un arma que portaba en el cinto—.O estás conmigo o contra
mí. —Y dando un portazo desapareció.
El resto del mes y las semanas siguientes, su
trabajo se convirtió en un infierno. Las amenazas constantes de TJ le parecían
un juego de niños comparadas con las circunstancias diarias. Bolsas de basura
esparcidas, pisos vacíos que debía limpiar de ratas, cucarachas y despojos varios,
situaciones descabelladas entre los vecinos, escupitajos, chicles taponando la
cerradura del patio, mierdas de perro y meadas por suelos y paredes. La
comunidad era una autentica locura.
Comenzó a desconfiar y a buscar cámaras ocultas que
no encontraba. Sospechaba de los dos carteros, que parecían alternarse, y de
los repartidores de publicidad que se colaban sin permiso. Las amenazas se
multiplicaban. Estaba demacrado, cansado, tenía alucinaciones y mareos
constantes, pero debía seguir. Sabía que se enfrentaba a un juego infernal.
3
Sentados
en su despacho, los dos socios de la empresa repasaban las grabaciones provenientes
del la reluciente chapa del chaleco de Marcos:
—Cada candidato reserva se va superando. Llevamos
dos años esperando que alguno rebase los dos meses de prueba.
—La inteligencia maquiavélica del individuo supera
todas las expectativas.
—La jugada de este Marcos con el secuestro del
anterior candidato por parte de los falsos yihadistas; fue magistral.
—Sí, pero el nuevo se ha superado. Utilizar a la
anciana y el veneno diario de la leche, ha sido tremendo.
—No cantes victoria, Marcos es duro. Falta un día
para los dos meses, aunque ya no puede realizar llamadas.
Sentado en el suelo de su ansiado y desangelado
piso, apoyada la espalda en la pared, sin fuerzas para andar, sudando y con
escalofríos, esperaba las últimas horas para cumplir con el contrato de prueba.
Teléfono en mano, contaría los minutos y los
segundos para realizar la llamada a urgencias.
« ¡Ojalá la ambulancia no encuentre tráfico! ».
José
V. Navarro
Junio
2016